Durante las distintas jornadas celebradas para recordar a Chiara Lubich en el octavo aniversario de su muerte, se contaron numerosos testimonios de paz. A continuación, reproducimos el de Lourdes Hamparzoumian:
“Me llamo L. Hamparzoumian. Este apellido quiere decir que soy armenia: mi padre era armenio en la diáspora… Lo que ahora se llamaría refugiado[1].
Llegó a España con sus padres y hermanos después de recorrer Líbano, Holanda, Francia, Italia; huía del genocidio realizado por Turquía, durante muchos años ocultado por este país como tal y que, aun hoy, el código penal turco castiga a quien solo lo cite. Por esto y porque el pueblo armenio es un pueblo pacífico y cristiano (primer país cristiano), no se conoce casi que murieron un millón y medio de armenios asesinados y otros tantos pudieron huir de allí gracias a que en muchos otros lugares los acogieron.
Mi padre era un hombre pacífico; exageradamente pacífico si se pudiera aplicar ese calificativo a la paz. Yo nací aquí y no conocí aquel horror. De mi padre recibí la enseñanza de la paz, el no rencor, la no sed de venganza y la importancia del “donde fueres, haz lo que vieres” mimetizándote con el ambiente y las costumbres del lugar, siendo exquisitamente agradecido siempre a cualquier acogimiento, sin crear “guetos” ni raciales ni familiares, etc. Esto no significa excluir el sentimiento de justicia, al contrario,… pero no de venganza.
Por tanto yo, como la mayoría de los mortales, no era una persona especialmente necesitada de aprender sobre el pacifismo… El ser humano es pacífico por naturaleza, vive feliz en la paz…
Sin embargo, de Chiara Lubich aprendí un paso más. Aprendí que no basta con una actitud pasiva, la de no responder al ataque y no guardar rencor al enemigo, no solo basta la paz, una paz que no existe sin justicia. Es necesario un paso más para tender hacia la unidad, al “que todos sean uno” que pidió Jesús al Padre; y este uno incluye turcos. Aprendí que hay que ser el primero en avanzar hacia el enemigo buscando la unidad.
Como soy de aquí, nunca había conocido a ningún turco. No se había dado la ocasión hasta que hace unos años un informático de mi empresa vino a mi mesa para arreglar en mi ordenador un programa que no funcionaba… Noté q tenia acento extranjero y le pregunté de donde era. Tardó un poco en contestar, evidentemente porque él sabía por mi apellido que yo era de origen armenio. Al final dijo: “de Turquía”. Se hizo un pequeño eterno silencio ante mi cara sorprendida; de repente afloraron de mi subconsciente un montón de sentimientos desconocidos y todo el acervo impreso en la sangre y en la historia; algo que a mí misma me chocaba… Pero también fuerte en mi cabeza la enseñanza de Chiara,… Él rompió el silencio y dijo: “sí ya lo sé, tu apellido es armenio”; intentó disculparse: “yo no estoy de acuerdo con mi gobierno”… Entonces reaccioné, pude cerrar la boca y dije: “¡nunca le he dado un abrazo a un turco!”. Y él: “¡ni yo a un armenio!”
Nos dimos un abrazo que recibió un aplauso de los que nos rodeaban y alguien vitoreó “¡viva la alianza de civilizaciones!”
A partir de ahí empezó un intercambio primero de simple información y luego de compartir otras cosas, intercambiar recetas… Él resultó ser pastor protestante, yo fui un día a su iglesia; le he invitado a la mía algunas veces, aunque aún no ha podido venir. Con él, sus amigos y familia nos hemos juntado a comer en el restaurante armenio de mis primos… E incluso tenemos en mente un proyecto de crear una página web o blog armenio-turco… Aunque de momento no ha salido a la luz todavía porque la situación es aun políticamente delicada… Pero encontraremos la manera seguramente de hacer un foro público armenio-turco algún día…”
[1] Sin la generosidad de Siria que acogió e integró al 70% de los supervivientes, el pueblo armenio habría dejado de existir. De hecho hasta el comienzo de la guerra en Siria la población de Alepo era una gran parte armenia y por tanto hoy junto a los sirios que se hacinan en las fronteras hay cientos de sirios originarios de Armenia, descendientes de los supervivientes del genocidio turco, que repiten mala suerte…
Eealimentación
Muchas gracias a Lourdes por compartir esta extraordinaria historia que, en el momento tan crítico que vivimos, da mucha esperanza y anima a seguir creyendo que ¡¡ES POSIBLE VIVIR POR UN MUNDO UNIDO!!
Gracias también a quien se encarga de difundir y hacernos llegar a todos, la potencia que supone la vida de cada uno en su entorno , cuando vive por los demás.
¡¡Gracias, Lourdes!! Precioso testimonio.